Esto permitirá alzar la voz en el contexto mundial para salvarlas de la extinción y la cacería.
Foto: Lilián Flórez-González/Fundación Yubarta
Las ballenas jorobadas, esos mamíferos marinos que nos visitan cada año, que dan a luz a sus ballenatos en las aguas del Pacífico y que nos asombran con sus aletas gigantes y enormes saltos, comenzaron a ver en Colombia la luz al final del túnel hacia su supervivencia.
La Corte Constitucional aprobó la adhesión de Colombia a la Comisión Ballenera (CBI), lo que le permitirá al país alzar su voz en el contexto internacional para frenar la cacería de ballenas, actividad que impulsa la extinción de este mamífero marino.
Esta decisión duró más de dos años empapelada y represada en trámites en el Congreso y la Cancillería. Inicialmente, durante casi todo el 2007, el proyecto de adhesión, bautizado como Ley 213, se quedó guardado en la Cancillería porque el texto estaba en inglés y se requería una traducción que se embolató.
Tuvo su primera discusión en el parlamento en el primer trimestre del 2008, pero fue devuelto por imperfecciones en el texto.
Pero desde abril del 2009, cuando la Comisión Segunda del Senado dio el visto bueno a la adhesión y esta pasó a discusión en la Cámara, la idea comenzó a avanzar sin contratiempos con el impulso de la Alianza Colombiana por las ballenas, conformada por once instituciones ambientales: Conservación Internacional, las fundaciones Madre Tierra, Natibo, Yubarta, Malpelo, Omacha y Marviva; el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), el Fondo para la Acción Ambiental y la Niñez, el Fondo Internacional para la Protección de los Animales (Ifaw) y Greenpeace.
Finalmente fue aprobada por el Congreso en pleno, pasó por la firma presidencial hasta que llegó a instancias de la Corte Constitucional, que aunque demoró durante más de tres meses su revisión, finalmente no le encontró visos de inconstitucionalidad.
La inclusión de Colombia en el organismo no va a producir un giro radical en las posturas de la entidad, pero el objetivo es hacer un bloque con Chile, Argentina y Brasil que se oponen a la caza de las ballenas en la región, posición que precisamente no ha tenido éxito por falta de un respaldo mayoritario al interior de la Comisión.
Por ejemplo, en la última reunión de la CBI en Chile, se fracasó una vez más en el intento por acordar medidas de protección. Algunas de las resoluciones que se discuten en las reuniones de la Comisión exigen más del 75 por ciento de los votos. Y en ese contexto, el voto de Colombia a favor de la conservación de las ballenas podría ser definitivo. Por ejemplo, en el 2007, Brasil y Argentina propusieron crear un santuario de ballenas en el Atlántico Sur. La idea no fue aprobada porque sólo logró el apoyo de 39 de los 77 países miembros (el 50 por ciento), cuando se necesitaba el 75 por ciento de los votos para salir adelante.
Y es que Japón, el principal cazador, ha seguido con su programa anual de captura científica de cetáceos en la Antártica, a pesar de que se sabe esta es una caza comercial encubierta. Nada se ha podido hacer porque la CBI no incluye en sus estatutos una moción para revisar esos supuestos programas en favor de la ciencia.
Otro obstáculo para detener a los barcos nipones ha surgido entre las mismas naciones que integran la CBI, que venden su voto a favor de la caza, a cambio de que Japón los apoye económicamente y hasta con proyectos de vivienda.
Esto ocurre con países pobres como Surinam, Camboya o Gabón, al igual que con Mongolia, que ni siquiera tiene salida al mar. La caza de yubartas y otras especies es un negocio redondo.
Según estadísticas de la Asociación Ballenera de Japón (ABJ), publicadas en su portal de Internet, esta actividad le reporta a esta nación aproximadamente 2.000 toneladas de carne cada año, que en la venta al por mayor significan ingresos por unos 33 millones de euros.
En Colombia las ganancias se dan por una actividad más noble: las jornadas de avistamiento de la especie yubarta, que les significan a los operadores turísticos de Chocó y Valle ingresos con los que pueden mejorar su calidad de vida.
Colombia era él único país de América del Sur con salida al mar, a excepción de Venezuela, que no había mostrado interés por ingresar a este organismo.
Ahora resta esperar que el Ministerio de Medio Ambiente y la Cancillería hagan los trámites protocolarios para que Colombia pueda participar en la próxima reunión de la Comisión Ballenera (se requiere hacer una inscripción que puede costar más de 40 mil dólares), prevista para el mes de junio en Marruecos, donde ahora la nación sí podrá tener voz y voto.
Málaga, con la mayor tasa de nacimientos
Existen 13 especies de ballenas en el mundo, seis de las cuales se pueden ver en Colombia: llegan a las costas nacionales la ballena azul, el rorcual común (o de aleta), la bryde, la minke, la ballena sei y la yubarta o jorobada, que arriba a playas de Nuquí y Bahía Solano (Chocó) y Bahía Málaga (Valle) a dar a luz a sus crías a mediados del año.
Esta última región, según mediciones, tiene la tasa de nacimientos de ballenas más alta del mundo, con el 28 por ciento del total. Allí, además de tener sus bebés, las yubarta se aparean, crían a sus recién nacidos y llevan a cabo procesos de socialización.
Luego, las ballenas regresan en grupo a la Antártica para consolidar un ciclo de alimentación que las expone a la cacería.
La más afectada por esta práctica ha sido la ballena azul, cuya especie llegó a reducirse de 300 mil ejemplares que tenía a mediados del siglo XX, a menos de 350 a finales de la centuria. De las jorobadas solo queda el 20 por ciento del número original, es decir, algo más de 39 mil, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (Uicn), que la ha clasificado como 'vulnerable'.
La Corte Constitucional aprobó la adhesión de Colombia a la Comisión Ballenera (CBI), lo que le permitirá al país alzar su voz en el contexto internacional para frenar la cacería de ballenas, actividad que impulsa la extinción de este mamífero marino.
Esta decisión duró más de dos años empapelada y represada en trámites en el Congreso y la Cancillería. Inicialmente, durante casi todo el 2007, el proyecto de adhesión, bautizado como Ley 213, se quedó guardado en la Cancillería porque el texto estaba en inglés y se requería una traducción que se embolató.
Tuvo su primera discusión en el parlamento en el primer trimestre del 2008, pero fue devuelto por imperfecciones en el texto.
Pero desde abril del 2009, cuando la Comisión Segunda del Senado dio el visto bueno a la adhesión y esta pasó a discusión en la Cámara, la idea comenzó a avanzar sin contratiempos con el impulso de la Alianza Colombiana por las ballenas, conformada por once instituciones ambientales: Conservación Internacional, las fundaciones Madre Tierra, Natibo, Yubarta, Malpelo, Omacha y Marviva; el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), el Fondo para la Acción Ambiental y la Niñez, el Fondo Internacional para la Protección de los Animales (Ifaw) y Greenpeace.
Finalmente fue aprobada por el Congreso en pleno, pasó por la firma presidencial hasta que llegó a instancias de la Corte Constitucional, que aunque demoró durante más de tres meses su revisión, finalmente no le encontró visos de inconstitucionalidad.
La inclusión de Colombia en el organismo no va a producir un giro radical en las posturas de la entidad, pero el objetivo es hacer un bloque con Chile, Argentina y Brasil que se oponen a la caza de las ballenas en la región, posición que precisamente no ha tenido éxito por falta de un respaldo mayoritario al interior de la Comisión.
Por ejemplo, en la última reunión de la CBI en Chile, se fracasó una vez más en el intento por acordar medidas de protección. Algunas de las resoluciones que se discuten en las reuniones de la Comisión exigen más del 75 por ciento de los votos. Y en ese contexto, el voto de Colombia a favor de la conservación de las ballenas podría ser definitivo. Por ejemplo, en el 2007, Brasil y Argentina propusieron crear un santuario de ballenas en el Atlántico Sur. La idea no fue aprobada porque sólo logró el apoyo de 39 de los 77 países miembros (el 50 por ciento), cuando se necesitaba el 75 por ciento de los votos para salir adelante.
Y es que Japón, el principal cazador, ha seguido con su programa anual de captura científica de cetáceos en la Antártica, a pesar de que se sabe esta es una caza comercial encubierta. Nada se ha podido hacer porque la CBI no incluye en sus estatutos una moción para revisar esos supuestos programas en favor de la ciencia.
Otro obstáculo para detener a los barcos nipones ha surgido entre las mismas naciones que integran la CBI, que venden su voto a favor de la caza, a cambio de que Japón los apoye económicamente y hasta con proyectos de vivienda.
Esto ocurre con países pobres como Surinam, Camboya o Gabón, al igual que con Mongolia, que ni siquiera tiene salida al mar. La caza de yubartas y otras especies es un negocio redondo.
Según estadísticas de la Asociación Ballenera de Japón (ABJ), publicadas en su portal de Internet, esta actividad le reporta a esta nación aproximadamente 2.000 toneladas de carne cada año, que en la venta al por mayor significan ingresos por unos 33 millones de euros.
En Colombia las ganancias se dan por una actividad más noble: las jornadas de avistamiento de la especie yubarta, que les significan a los operadores turísticos de Chocó y Valle ingresos con los que pueden mejorar su calidad de vida.
Colombia era él único país de América del Sur con salida al mar, a excepción de Venezuela, que no había mostrado interés por ingresar a este organismo.
Ahora resta esperar que el Ministerio de Medio Ambiente y la Cancillería hagan los trámites protocolarios para que Colombia pueda participar en la próxima reunión de la Comisión Ballenera (se requiere hacer una inscripción que puede costar más de 40 mil dólares), prevista para el mes de junio en Marruecos, donde ahora la nación sí podrá tener voz y voto.
Málaga, con la mayor tasa de nacimientos
Existen 13 especies de ballenas en el mundo, seis de las cuales se pueden ver en Colombia: llegan a las costas nacionales la ballena azul, el rorcual común (o de aleta), la bryde, la minke, la ballena sei y la yubarta o jorobada, que arriba a playas de Nuquí y Bahía Solano (Chocó) y Bahía Málaga (Valle) a dar a luz a sus crías a mediados del año.
Esta última región, según mediciones, tiene la tasa de nacimientos de ballenas más alta del mundo, con el 28 por ciento del total. Allí, además de tener sus bebés, las yubarta se aparean, crían a sus recién nacidos y llevan a cabo procesos de socialización.
Luego, las ballenas regresan en grupo a la Antártica para consolidar un ciclo de alimentación que las expone a la cacería.
La más afectada por esta práctica ha sido la ballena azul, cuya especie llegó a reducirse de 300 mil ejemplares que tenía a mediados del siglo XX, a menos de 350 a finales de la centuria. De las jorobadas solo queda el 20 por ciento del número original, es decir, algo más de 39 mil, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (Uicn), que la ha clasificado como 'vulnerable'.
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