Por estas horas, la incertidumbre y la premura invaden la ciudad de Copenhague.
A poco de terminar la mayor cumbre climática que reúne a 193 países de todo el mundo, los distintos bloques de negociación aún no se han puesto de acuerdo en cómo serán las próximas metas de reducción de emisiones ni si se creará, o no, un fondo económico para la financiación de acciones de mitigación y adaptación en los países en vías de desarrollo
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A este debate se suma la intención de los países desarrollados de dejar sin efecto el Protocolo de Kyoto, cuya primera fase termina en el 2012, y que hace hincapié en el principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas" tanto como en identificar a los autores históricos de este calentamiento global.
Por esta razón, a comienzos de esta semana el grupo de países africanos, encabezados por Argelia, abandonaron las discusiones –que debieron suspenderse por casi cinco horas- en tanto, el debate estaba centrado en la presunta obligatoriedad del recorte de emisiones que deben asumir países con economías emergentes como Brasil, China e India, y no en la continuidad del Protocolo y la institucionalidad de la Convención. Además de denunciar que la ministra de Ambiente de Dinamarca, anfitriona del encuentro, Connie Hedegaard, promovía un debate “antidemocrático y poco transparente” por privilegiar a un grupo de cincuenta ministros.
África forma parte del G77 más China, un grupo de 130 naciones donde se encuentran algunas tan dispares como India, Costa Rica, Brasil o Zambia. Allí también está la Argentina, por lo que su delegación, encabezada pro el canciller Jorge Taiana, el secretario de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, Homero M. Bibiloni y la Directora de Asuntos Ambientales de la Cancillería, Emb. Silvia Mérega, adhirió a la decisión del bloque.
"Hubo una coordinación del G-77, y dejamos las reuniones por unas horas. Se aclararon algunas cosas y volvió todo a la normalidad. Pero esperamos que los países desarrollados flexibilicen sus posiciones y acepten que son ellos los que tienen que cargar con el mayor peso de la mitigación por su deuda histórica con los países más pobres", explicó Bibiloni, en declaraciones de prensa
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En esa línea, el canciller consideró que “todavía está bastante estancado (el debate) porque los países desarrollados quieren erosionar o diluir las bases legales, como la Convención Marco sobre Cambio Climático y el Protocolo de Kyoto". Las delegaciones, ahora, se encuentran divididas en ocho grupos de trabajo formados por Hedegaard, tratando de alcanzar consensos mínimos tendientes a un documento
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No obstante, la sensación que comparte la comitiva argentina se refleja en lo dicho por Taiana: "no va a haber un acuerdo legal o un tratado, sino una declaración política fuerte, y la discusión va a seguir en México, en mayo de 2010.”
Para que eso no ocurra, el diplomático se reunió hoy en Copenhague con la jefa de gabinete de Brasil, Dilma Roussef, y ratificó la voluntad política de trabajar conjuntamente "para encontrar un resultado positivo"
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La escena mundial
Los temas en debate deben centrase en cuánto dinero hay para mitigación y adaptación, cómo es la transferencia de tecnología más limpias, y qué va a pasar con los derechos de propiedad de esas innovaciones, en virtud de una deuda ambiental existente, se enfatiza desde el bloque de países en desarrollo
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Ante ello, se reclama a las potencias la creación de un fondo ad hoc. Por su parte, la Unión Europea, antes de la cumbre ya había presentado una propuesta: una suma de 10.500 millones de dólares para las naciones pobres. Estados Unidos y China también habían hecho sus ofertas, evaluadas como exiguas por el grupo europeo.
Sin embargo, la postura del primero se recrudeció en las últimas horas tras las afirmaciones del delegado estadounidense para el clima Todd Stern quien dijo que su país "no puede tomar un compromiso de reducción de gases de efecto invernadero" porque espera una legislación del Senado, donde el bloque republicano ya manifestó su descontento.
EE.UU. había prometido una reducción de 17 por ciento de los niveles de emisiones del 2005 para el 2020, lo que se traduce en un 4 por ciento respecto a 1990, como menciona el Protocolo.
China, en tanto, habló de bajar la "intensidad carbónica", una medida de las emisiones de dióxido de carbono por unidad de producción, del 45 por ciento al 40 por ciento para el 2020, en comparación con los niveles del 2005. Esto quiere decir, según informa un comunicado, que si la economía oriental se duplica en tamaño en los próximos 20 años, ese compromiso significa que sus emisiones aumentarán un 50 por ciento en vez de duplicarse.
Al mismo tiempo, continúa en su posición de no aceptar que la reducción sea obligatoria –como espera Washington- y de verificación independiente por parte de algún organismo internacional, tras lo que reabrió el clima de tensión al acusar a EE.UU. y otros países desarrollados de estar eludiendo su responsabilidad de no ayudar a las naciones más pobres.
"Sostenemos que los países desarrollados tienen la obligación de suministrar apoyo financiero", dijo Jiang Yu, un portavoz de la cancillería china.
A este coro de voces, se sumó la del presidente ruso, Dmitri Medvedev, quien manifestó su escepticismo sobre la posibilidad de alcanzar un nuevo acuerdo vinculante.
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